miércoles, 2 de mayo de 2012

El valor de la palabra.

Esto que siento es miedo, es curiosidad, es lástima?
Hablamos mucho, pero no siempre entendemos el valor de las palabras.
Una palabra puede ser más potente que una lluvia de misiles, porque una palabra dicha, o no dicha, gritada o susurrada puede desatar una revolución. Uno no se da cuenta de todo lo que tiene para decir hasta que empieza a decirlo. Las palabras están ahí, atrapadas en tu cabeza, quieren salir, quieren ser dichas, quieren ser gritadas.  Cuando alguien me discute a full le termino dando la razón. Cuando siento miedo me burlo de los cobardes. Cuando estoy furioso con alguien le dio “na, está todo bien”. Para eso sirven las palabras, para ocultar lo que sentís. Uno cree que las palabras dan respuestas, pero dan algo más poderoso: preguntas. Decir algo es muy potente, pero más potente aun es no decirlo. Porque el silencio también tiene palabras, pero son palabras guardadas, elegidas, que esperan pacientes el momento de ser reveladas. A veces solo hace falta abrir la boca para que se desate un huracán. Pero las palabras cuando llegan te despiertan. Las palabras pueden distraer, engañar. Las palabras son pensamientos que se convierten en acción. Actuar es mi palabra favorita, porque no se dice, se hace. Las palabras están ahí, vírgenes, listas para ser usadas. Las palabras provocan, inquietan, movilizan. ¿De quién son las palabras que decimos? ¿A quién pertenecen? ¿A uno, a varios o a todos? ¿De qué sirven las palabras si uno las dice y nadie del otro lado las recibe? ¿Qué valor tiene una palabra si nadie la escucha? Sin palabras no hay silencios. Y sin silencios no hay palabras. Muchas veces no sabemos por que callamos, y muchas más no sabemos por qué hablamos. Estamos en silencio, guardándonos las palabras hasta que algo, alguien nos hace hablar. Hay tantas palabras. Y sin embargo muchas veces nos quedamos mudos, sin saber que palabra usar. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando una palabra tiene valor puede contener mil imágenes. Pero no hay tal crisis, la palabra vale. ¿Acaso hay una expresión que sea más hermosa, llena de sentido y amor que “te doy mi palabra”? Te doy mi palabra es un acto de entrega, de amor, de confianza, es más que una expresión de deseo, es un compromiso de vida, es un acto de fe. Porque cuando todo perdió valor la palabra puede rescatarnos.

Se llama obsesión. 

¿Es un capricho?, ¿Es una necesidad?, ¿Es constancia?, ¿Es lealtad?, ¿Es tenacidad?, ¿Es terquedad?, ¿Es intransigencia?, ¿Es obstinación?.
¿Cómo se llama eso que sentimos, y no se va ni con el tiempo?, ¿Es amor?, ¿Es una manía?, ¿Es ceguera?, ¿Qué es?  ¿O es obseción?.
Es muy fácil confundir amor con obsesión, pero no son lo mismo. El amor está en todo el cuerpo, la obsesión solo está en tu cabeza. Te encierra en tu burbuja, te aísla, te adormece.
Cuando no hay amor aparece la obsesión, para aturdirnos, para hacernos creer que sentimos algo cuando en realidad no sentimos nada, porque estamos vacíos, vacíos de amor.
El amor saca lo mejor de uno, y la obsesión lo peor.
A veces podemos parecer valientes, arriesgados, y en realidad lo que nos empuja es estar ciegos, obsesionados.
Por la obsesión se puede hacer cualquier cosa, se puede lastimar tanto..
Porque la obsesión al fin y al cabo es un medio para llegar a ningún lado, o para llegar demasiado lejos.
Trampas en nuestra cabeza, y ahí vamos inocentes entregando nuestro cuerpo, creyendo que ese camino nos llevará hacia el amor justificando los medios por ese fin. Y en nombre del amor, matamos al amor.
Por eso las obsesiones son tan peligrosas, porque es un lugar del que nunca se vuelve.

Alguien a quien amar.
Entiendo a los malos, a los que hacen cosas horribles, los entiendo. Yo misma fui muy mala mucho tiempo. Yo creo que los malos son gente que simplemente no tuvo otra alternativa.
Yo mismo soy una mala que simplemente tuvo la chance de cambiar, y lo aproveché. Entiendo a los malos porque sé que simplemente buscan alguien a quien amar.
No me voy porque no me crean. No me voy por la humillación de que la persona que amaba haya metido a otra mujer en nuestra casa, me haya engañado con ella. No me voy porque mis amigos no me tomen enserio y no les importa lastimarme. Me voy porque necesito encontrar a alguien a quien amar.
También nuestro corazón es como un motorcito chiquitito que todo el tiempo busca y busca, busca encontrar a alguien a quien amar. No se cansa nunca, aunque estemos vencidos él siempre busca y busca, porque un corazón necesita amar.
A veces nos pasamos cincuenta cuadras, equivocamos el camino y el corazoncito sigue ahí, incansable, diciéndonos ‘no es por acá’, pero no lo escuchamos. Creemos que lo que el corazón busca es alguien que nos ame, pero no, el corazón no es tan egoísta, él solo busca alguien a quien amar.
Pero al final siempre el corazón se hace escuchar ¿Cómo ignorar esos latidos que son señales que nos indican el camino? Y yo, estoy escuchando mi corazón, me dice que lo que busco no está ahí, que no estuvo ni estará ahí. Un corazón necesita alguien que se deje amar porque esa es la busca más simple y más compleja de este viaje, alguien a quien amar.
Uno puede estar ciego gran parte del viaje, pero tarde o temprano empieza a ver el camino. Y yo estoy en eso, buscando ese lugar donde al fin esté mi roto para esta descocida.
Uno puede estar perdido, pero buscar el camino ya es parte de encontrarlo. Aunque te gane la desesperanza, aunque te gane el dolor, aunque creas que es demasiado tarde, busca en tu corazón, busca en tu alma mal herida. En algún lugar fuera de tu burbuja habrá alguien a quien amar.
Busca incansablemente, irremediablemente, porque para eso venimos a esta vida, para encontrar a alguien a quien amar.

No me sueltes la mano.
No sé si lo recuerdo o me lo contaron pero cuando era chiquita mi mamá me decía "dame la mano para cruzar la calle", y yo le decía "no, no te la doy, te la presto", porque dar la mano me sonaba a darla, sacármela y darla ¿pero dar una mano no es un poco eso?
Dar una mano a alguien es mucho más que hacer un favor. No es dedicar unos minutos que te sobran o prestar una remera que no usas, es dar una parte tuya, es darte vos.
Dar la mano es aferrarte y aferrar al otro. Cuando el mundo se vuelve un abismo y todo se cae tus manos no se aferran a algo, se aferran a alguien, alguien que no te deja caer.
Cuando vos diste tu mano ya no hay forma de soltarla, ya no es tuya, está unida a la del otro, las dos manos son una.
Las manos nos unen, nos suman, cuando damos la mano dejamos de ser yo para ser nosotros.
Mi mano ya no es mía, es tuya, o nuestra. Nunca voy a soltarte la mano, pase lo que pase.

Ser o no ser. 
Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el espíritu? ¿Sufrir los dardos y golpes del destino o tomar las armas contra un mar de angustias y terminar con ellas combatiéndolas?
¿Quién soportará los azotes, los escarnios del mundo, la injusticia del opresor?
Hay dilemas que ponen en juego al ser. Las opciones son todo o nada, blanco o negro, ser o no ser. No se puede ser de una manera y actuar de una manera distinta a lo que uno es ¿O no?
¿Quién soportará la afrenta del soberbio, las angustias del amor desairado?
Nos ahogamos en la pregunta "¿Qué hago?", pero pocos se animan a la pregunta "¿Quién Soy?".
Y ahí está el partido muchachos, en el ser, no se puede ser de una sola manera, no es blanco o negro, es gris, es contradictorio, se quiere una cosa y se quiere otra.
¿Quién querría llevar cargas, gemir y transpirar bajo una vida por demás tediosa?
Porque hay gente que elige el camino más largo, más difícil, más tedioso, y otros que eligen el atajo. Hay gente que les gusta comer fast food y a otros que nos gusta cocinar durante horas ¿Y eso por qué?
La respuesta es porque somos así, está en el ser. Ser o no ser, esa es la cuestión.

El gran show.
Una lágrima en el momento justo, un silencio, todos nos servimos de esas armas cuando queremos lograr nuestro objetivo.
Somos los directores de nuestra puesta en escena. Tragedia, comedia de enredos, policial, el género que haga falta, el show que se necesite para poder avanzar.
Podemos actuar con verdad y convicción, un amor, un odio, una pasión, lo único que importa es que haya otro que nos mire, porque es a ese a quien le dedicamos el show. Mentira, verdad ¿importa? Si un nene hace un berrinche para reclamar nuestro cariño ¿importa que ese berrinche sea un show? Cada cual hace su juego, todos hacemos el papel de nosotros mismos, todos actuamos.
El que seduce actúa, el que abandona actúa, el que pide, el que da, el que suplica, el que se enoja, todos actúan. Todos hacen la escena, hacen el show.
El tema no es si está bien o está mal hacer el show, sino cual es el show más creíble.

Besos inesperados.
¿Quién no se acuerda de su primer beso? ¿Quién no se acuerda de su último beso? ¿Quién no recuerda esos besos que dio en el camino?
Esos besos raros, besos con historia, besos que tardan en llegar o besos que no llegan nunca. Para mí los imposibles de olvidar, son los besos inesperados.
Los besos transforman todo, son como una barrera, un muro que cruzas sin saber que te vas a encontrar del otro lado. Se te acelera el pulso como si el beso fuera la represa que se abre para dejar que un rio de sensaciones te recorra. Los besos no se dan con la boca, los besos se dan con todo el cuerpo. Los besos se dan con la memoria.
Los besos son puentes que unen territorios imposibles, son la prueba que nuestra alma necesita. ¿Técnicamente que es un beso? ¿Dos bocas que se juntan? ¿Respirar el mismo aire? ¿Eso es un beso?
Hay besos que no deseas, o no esperas, pero que llegan y no te sorprenden. Lo que te sorprende tal vez es que no sabes cómo ni por qué, pero te empieza a gustar. Eso sí que es inesperado.

Psicosomático.
Podes decir lo que necesitas decir diciéndolo, o diciendo exactamente lo contrario. También podes decir algo con un gesto, con un guiño, el cuerpo te ayuda a decirlo.
A veces con el silencio decís todo. A veces una canción te ayuda a decir lo que necesitas decir. Otras veces hay que pegar un grito.
Pero cuando no decís lo que necesitas decir ni con palabras, ni gestos, ni con silencios, ni gritos, eso que necesitas decir se revela y habla como puede. Lo que necesitamos decir lo vamos a decir, como sea. Dicen que cuando uno no puede decir lo que necesita decir el cuerpo habla. Algunos tienen dolores de panza, de garganta o de cabeza, otros tienen alergia. Otros hablan con el lenguaje del cuerpo.
¿Pero ese idioma, el idioma del cuerpo, es tan fácil de entender? ¿Es un idioma universal?
A veces las palabras dicen una cosa y el cuerpo otra ¿A quién hay que creerle? ¿Pero cómo se interpreta ese lenguaje?
¿Un dolor de panza siempre significa miedo? ¿Un tic nervioso siempre significa nerviosismo? ¿Un dolor de garganta siempre indica que hay algo que se quiere decir y no se puede?
¿Un sueño se interpreta literalmente? ¿Un sueño quiere decir solamente lo que dice?
Se dice que alguien se mareó cuando llegó más alto de lo que puede manejar ¿Pero siempre un mareo significa eso?
Dicen que un dolor de cabeza puede ser por contractura o por pensamientos que dan vueltas y vueltas por tu cabeza ¿Siempre es así?
Una alergia es cuando el cuerpo se defiende exageradamente de agentes que interpreta como nocivos ¿Por qué tu cuerpo cree que debe defenderse? No creo que sea tan simple, yo creo que es tipo una clave. Hasta que no acertás exactamente la clave la puerta no se abre.
Cuando tenes una pesadilla podes decir “¿Habré comido pesado anoche?”, pero si te animás a ir más allá tal vez descubras el verdadero mensaje que ese sueño te trajo. El cuerpo tiene un lenguaje muy sutil.
Un dolor de panza no siempre es miedo, tal vez es solo un aviso que te recuerda cuáles son tus tiempos, tu estilo, tu manera.
Los dolores son alarmas que te da el cuerpo para avisarte que algo no anda bien, y el dolor no se va a ir hasta que descubras que es.
A veces un dolor te está diciendo que tenes que actuar, que algo tenes que hacer.
Así de simple, tu cuerpo seguirá hablando hasta que por fin escuches el mensaje.

Un nuevo mundo. 
Escribir te da la posibilidad de soñar nuevos mundos, otras realidades. El escritor trata de imitar la vida, pero la vida es el mejor de todos los escritores.
La vida va tramando las historias como quien hace una trenza cocida. La vida es un cuento que se escribe minuto a minuto, segundo a segundo. Buena escritora la vida, siembra historias que después cosechará, nada es azaroso.
Destinos cruzados, finales abiertos, todo está en la escritura, y está todo desde el principio. Pero escribir, además de contar, es soñar con algo diferente, es imaginar un mundo nuevo y tener fe en que será posible.
En la escritura no hay nada lineal, no existe el camino más corto, escribir es buscar rodeos para llegar a donde queres llegar.
“Lo importante no es lo que nos pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa” decía siempre mi papá. 
A la fuerza tuve que aprender a ser creativa, a buscar nuevas soluciones a nuevos problemas. Tuve que aprender a ser escritora para poder escribir una nueva historia, y para eso hay que ser muy creativo.
Porque ahí está el secreto ¿no? Agarrar lo que nos pasó y hacer algo nuevo con eso, agarrar el mundo que nos tocó en suerte y escribir otro, un nuevo mundo.
Para poder crear un nuevo mundo primero tenes que decirle adiós al mundo en el que creías que vivías.

- Nunca volverá a amar -
La garganta se me cierra, se me seca la boca, el estómago se me revuelve, quiero hablar pero no me salen las palabras. El mundo se me cayó a pedazos, todo perdió sentido, ya no sé que hacer, no sé que decir, no sé que sentir.
Me pasó de todo en la vida, sufrí mucho. Pero hasta hoy, creo que nunca había conocido el dolor.
Odiar y amar a mi madre a la vez era una sensación desesperante. Ver a mi madre en mis brazos pidiéndome perdón fue demoledor, un perdón que no alcanzó, un dolor que siempre está ahí.
La medida del dolor es el amor, no hay dudas, mas amas, más grande es el dolor.
El dolor. Uno haría lo imposible por no sentir dolor.
No es el odio, no es la maldad, no es la injusticia lo que hace sufrir. Lo que duele es el amor.
El dolor, la maldad y la injusticia de los que amas, eso es lo que duele, pero duele con un dolor que mata.
No amar, no sentir, incluso odiar, es lo único que puede apagar este dolor.

Pasado.
No entiendo la gente que dice que todo tiempo pasado fue mejor. Para mí lo mejor de mi pasado es que por suerte ya pasó.
El pasado es como un alimento que dejaste olvidado en la heladera, se pone rancio, se pudre, hay que tirar el pasado y vivir el hoy.
Si estás siempre mirando el pasado es porque te quedó algo pendiente, un botón sin cocer, una puntada sin dar… y yo tengo los botones bien cocidos y las lentejuelas bien pegadas, por eso miro solo para adelante.
El pasado es como un vestido que nos podemos sacar y no usar nunca más.
Dicen que nadie escapa a su pasado. Yo digo que no escapa el que no quiere escapar. Yo no le escapo al pasado, le huyo, yo vivo el presente.
La misma palabra te lo dice, "pasado", es algo que ya pasó, que ya fue. Por eso lo mejor es dejar atrás el pasado.
No entiendo la gente que se emperra con remover su pasado ¿Qué es lo que buscan? ¿Qué esperan encontrar? El pasado te amarga, te da insomnio, te vuelve obsesivo.
Hay que soltar el pasado de una buena vez, no sirve para nada.
Todos tienen la necesidad de resolver algo del pasado, como si se ganara algo con eso. Por favor, hay que mirar al futuro.
No lo entienden, nadie lo entiende, hay que soltar el pasado. Es la única manera de ser feliz.
Les encanta hablar y hablar… se usa tanto el tiempo pasado y tan poco el tiempo presente, o futuro. Si miras para atrás lo único que haces es detenerte.
El que vive colgado del pasado se vuelve una persona resentida, rencorosa o melancólica lo cual es peor.
Yo trato y trato de soltar el pasado, pero parece que es el pasado el que no me suelta a mí.

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