martes, 24 de abril de 2012

¿Que se debe hacer? ¿Intervenir o dejar hacer?

La llave de tus recuerdos. 
Solo llora quien se ahoga en recuerdos leí en un libro, llorar es un defecto, una debilidad. ¿Entonces por qué lloro? ¿En qué recuerdos me estoy ahogando?
Siento que lloro por recuerdos que no recuerdo, como si hubiera un mundo que alguna vez fue mi mundo.
A veces escucho una palabra, o veo una cara y tengo una sensación rara, como si esa cara o es palabra me llevaran a otro lugar, a otro tiempo.
Es como si en mi alma hubiera un gran muro que encierra otro mundo, otra Luciana, otra historia por descubrir, y eso me da miedo. Me da miedo abrir esa compuerta, me da miedo lo que pueda encontrar del otro lado del muro.
Los recuerdos no se pueden matar, ni tampoco esconder, solo se pueden olvidar. ¿Pero cómo olvidarme de algo que ni siquiera recuerdo?
Eso siento, como si me hubiera olvidado de quien soy realmente, como si viviera en una mentira, como si no fuera quien creo que soy.
Uno anda feliz por la vida creyendo saber quién es, y de pronto una llave, una simple llave te abre la puerta a un mundo desconocido.
Solo sabiendo quien fuiste podes saber quién sos. ¿Es posible que uno haya sido alguien distinto sin recordarlo? ¿Es posible ser alguien distinto al que crees que sos?
Los recuerdos son como la historia, la escriben los que ganan ¿Qué recuerdos ganaron en mi historia? ¿Quién escribió mi historia?
Es muy importante saber quién sos. Y yo sé muy bien quien soy, soy Luciana, una chica feliz.

Área de competencia.
A veces vas por la vida creyendo que estás despierto, y de pronto pasa algo inesperado, algo que te sacude, algo que te despierta. ¿Hay algo capaz de despertarnos del sueño más profundo, que es dormir despiertos?. Es paradógico, pero creo que no hay mejor despertador... que un sueño.
Cuando sos chico, tenés algo muy claro, tu juguete preferido, es tuyo. Si ves que alguien lo quiere, sin dudarlo decís, es mío. Defendés con uñas y dientes lo tuyo, tu juguete, tu lugar, tu novia, pero siempre aparece alguien que viene a disputartelo. Puede ser una persona o incluso el recuerdo de otra persona, donde había dos ahora hay tres, y ya estás en una competencia.
La competencia tiene mala prensa, creemos que ser competitivo es un defecto, nunca una virtud, ¿Pero no es cuándo no tenemos competencia cuando dejamos de crecer?.
El problema de la competencia -creo yo- es la falsa creencia de que para que alguien gane, otro tiene que perder, para que alguien exista, otro tiene que desaparecer.
Olvidarte que nada es tuyo y que todo lo podés perder, te puede dormir... se necesita un buen sueño para despertarse.
Se necesita un buen competidor para mantenerse despiertos, y crecer. Y no hace falta que otro pierda, la verdadera competencia es cuando todos de alguna manera ganan algo, no hay garantía de que el sueño vaya a cumplirse, eso te hace esforzarte para ser mejor, para que elegirse sea de cada día. De lo que sí hay garantía... es que si aspiras a ser mejor, no hay manera de que no lo seas.

Te vi.
Vivimos viendo sin ver. ¿Por qué nos cuesta tanto ver de verdad? Ver lo que es tan evidente. Somos curiosos, queremos ver, ver todo ¿Pero estamos preparados para ver de verdad lo que hay para ver?
Todo lo que tenemos que ver está ahí, siempre está ahí a la vista, lo importante nunca está oculto, solo se trata de querer verlo.
Cuando queremos podemos ver con los ojos, con la nuca, con el alma, ver hasta lo invisible.
Ver, verte, verme ¿podes verme, puedo verte? Estoy acá, estás ahí, si queres podes verme, solo tenes que querer. Estás vivo y solo debes despertar ¿Podes? ¿Querés?

Resiste.
Siempre tuve mis pies en la tierra y mis ojos mirando al cielo. Siempre estuve entre dos mundos, viviendo con intensidad mi vida en la tierra y sabiendo que tendría que ocupar mi lugar en el cielo. Hoy lo sé, mi tiempo en la tierra terminó. Hoy lo sé, es tiempo de mirar al cielo. Mi misión no termina, mi misión recién empieza ahora, es ahora cuando mi alma brillará más. Mi alma está lista para su gran misión: Resistir. Mi cuerpo se entrega, y mi alma resiste.
¿Para que resistir? Resistir para encontrarse con uno mismo o simplemente para sobrevivir. Resistir es lo único que nos queda, cuando ya nada nos queda.
Solamente con un amor profundo el dócil presente irradiará luz, enceguecerá el mail y cesará su karma, tengan fe.

Volver a casa.
Bueno, no sé cuántos me estarán leyendo pero sabemos que somos muchos los que estamos resistiendo, algunos solos, otros en grupo, todos escondidos y con muchas preguntas, pero resistiendo.
Este es el momento de organizarse, de unirse y de pasar a la acción, llegó el momento de derribar el muro y volver a casa.
Tenemos el deber de resistir y defender la vida. Hay que dejar de esconderse y salir de la trinchera y luchar. Hay que despertarse, animarse, resistir. El tiempo es ahora, ya. Derribemos el muro y volvamos a casa.
¿Y que es una casa? Una casa es donde acontece toda la vida familiar, desde los nacimientos hasta las muertes de sus integrantes.
¿Las casas son esas paredes, esos techos, esos pisos? ¿O una casa es la vida de sus integrantes?
Nuestra casa, esa que nos marcó, va con nosotros a donde vayamos, y siempre, por más lejos que estemos de casa, habrá algo, alguien, un detalle que nos haga volver otra vez a casa.
En el inicio de este viaje que llamamos vida de lo que se trata en todo momento es de volver a casa.
A veces, cuando hace mucho nos fuimos de casa, da miedo volver, da miedo no encontrarla tal cual la dejamos.
Ahí donde están los que amamos, esa es nuestra casa. Ahí donde hay amor, esa es nuestra casa. Donde hay esperanza, ahí está tu casa. Ahí donde alguien resiste está nuestra casa.
El amor, la esperanza, los seres queridos, todos son nuestros. Ellos son nuestra casa.
Porque nuestra casa es nuestra, por eso debemos volver a casa.

La llave maestra.
Hablo de la llave, de la llave maestra, la única, la que abre todas las puertas. La llave, la llave que nos hace llorar cuando nos olvidamos que si alguna vez amamos a alguien no existe más la soledad.
La llave maestra es capaz de abrir el candado más cerrado, de despertar hasta el corazón más dormido. Es una llave que va a girar, y va a girar, y va a girar hasta abrir el candado.
La llave maestra abre la puerta de la vida, la puerta de los milagros y la puerta de la fe. Abre los grilletes para sacarnos las cadenas que no nos dejan caminar.
Es una llave que nos vuelve osados, audaces. Esa llave nos abre la puerta a la rebeldía. Es una llave capaz de abrir la celda de la prisión más segura. Es una llave que puede abrir hasta la cerradura más oxidada.
Es una llave que abre una puerta hacia una dimensión a veces desconocida.
Ustedes me están mirando y están esperando que les diga una gran revelación ¿no? Y esta vez los voy a defraudar, no les voy a decir nada que no sepan, la llave la conocen, la tienen, es el amor.
Todo lo que necesitan es amor, como decían los Beatles. Pero es verdad, es verdad, es lo único que necesita, así de simple. Simple, no fácil eh, simple. Eso es lo que necesitan para pasar del otro lado del muro. Eso es lo que falta, falta mucho amor, falta mucho amor en este mundo. Y mi mundo se está muriendo. Están matando la vida, la verdadera vida. Y solamente ustedes pueden salvarlos, son la única esperanza, y tienen una única arma: el amor. Fortalezcan su amor y van a tener un arma poderosísima.
Todo lo que se necesita es amor, y bueno claro, un poquito de esperanza.

Un nuevo camino.
Para encontrar un nuevo camino hay que salirse de la huella y dejar el caminito seguro por el que andamos siempre, y animarse a lo nuevo, al peligro de lo nuevo.
Un camino nuevo tiene sobre todo dudas, miedos, preguntas. Un camino nuevo solo nos dice que nos llevará a un lugar nuevo, mejor o peor, pero eso no lo sabemos.
Un camino nuevo te puede llevar hacia un tesoro o hacia un abismo, nunca se sabe. Atrae el tesoro y da miedo el abismo. ¿Qué vas a hacer vos? ¿Te animarás?
Uno cree que llega a nuevos caminos pero la realidad es que los caminos nuevos llegan a vos.
Si queres que pase algo distinto tenes que hacer algo distinto. Si queres llegar a un lugar nuevo tenes que tomar un camino nuevo.
Avanzar sin saber a dónde llegaremos, eso es lo que asusta y atrae de los nuevos caminos.

Cuando actuar y cuando esperar.
Si quiero algo lo consigo y siempre se lo que quiero, lo se apenas lo veo. Cuando quiero algo puedo saltar cualquier obstáculo. Será por eso que puedo sobrevivir en este nuevo mundo, porque después de lo que pasó ya no soy esa nena.
Pero tengo mis virtudes, que no son pocas, y un gran defecto, en cuestiones del amor nunca se cuándo hay que actuar y cuando hay que esperar.
Yo sé muy bien el dónde y el cómo, a donde ir y como sortear los obstáculos. Solo me falta aprender el cuándo, cuando actuar y cuando esperar.
Si fallamos en el momento de actuar, si actuamos demasiado tarde, las consecuencias pueden ser irreparables. Si actuamos demasiado pronto también puede ser irreparable. Se trata de entender que todo tiene su tiempo.
Actuar o esperar, dos caras de una misma moneda. Con cualquiera de las dos podemos ganar pero también podemos perder.
Una corazonada, una señal, siempre buscamos algo que nos diga cuándo actuar. Pero no nos damos cuenta de que esperar también es actuar, entonces la impaciencia nos lleva a actuar a destiempo, a equivocarnos.
Y si se trata de actuar nada mejor que sorprender. Los animales de presa dominan bien este arte, ellos saben cómo esperar a la presa, dejarla actuar para cazarla.
Al fin y al cabo actuar es mentir, creo. Toma uno, acción. Y entonces ciego caes en la trampa por no saber esperar.
Somos esclavos de nuestras impaciencias, de nuestras tentaciones, de nuestra culpa.
Siempre se trata de lo mismo, de cuando esperar, de cuando actuar, es como preparase para una cita, saber que ponerse, que no ponerse, que decir y que no decir, cuando hacer el gesto apropiado, cuando mantener el silencio, cuando ocultarse y cuando mostrarse.
Yo no sé esperar cuando me encuentro con un obstáculo.

Cuestión de confianza.
Para mí todo funciona por la confianza. La gente sigue las indicaciones de un médico, porque confía en la ciencia y en ese médico. La gente vive y duerme tranquila en su casa, porque confía en el arquitecto que la hizo. La gente se sube a un avión, porque confía en los ingenieros que lo hicieron y en el piloto que lo maneja.
Cualquier proyecto de dos o más personas se basa en la confianza que tenemos en los demás. El amor se basa en la confianza. Todo es una cuestión de confianza.
Todos somos desconfiados, por naturaleza, es nuestra manera de protegernos. Hay que ser suave para ganarte la confianza de alguien, suave y paciente.
La confianza se hace de a dos. Es tan difícil construir la confianza, y es tan fácil perderla.

Mirame.
Mirame, date vuelta y mírame, date vuelta y volve por favor. Y acá estamos otra vez Luciana, logrando que alguien te mire. Cuando queres que alguien te mire no importa ninguna otra mirada, vos queres esa mirada y ninguna más.
Pedimos a gritos desesperadamente que abran sus ojos y nos miren, que nos vean, que vean nuestro dolor y nos comprendan.
Hacemos enormes esfuerzos para no necesitar de nadie, para no necesitar de una mirada para existir. Pero somos esclavos de esa mirada, la necesitamos, como al aire. Hacemos cualquier cosa por atraer esa mirada, intentamos ponernos en el campo visual del otro, quisiéramos tener un reflector que nos ilumine, quisiéramos brillar para ser mirados.
Lo curioso es que los ojos que más nos obsesionan son los que no nos pueden mirar. Pero la mejor mirada no es la que se nos niega, sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos distraídamente.
Esa mirada inesperada, fuera de todo calculo, esa mirada que nos ve cuando no nos sentimos mirados y por lo tanto nos mostramos mejor. Una mirada capaz de atravesar la máscara y ver lo que hay detrás.
Es imposible que nos mire a una mirada vacía, vaciada. Pero lo queramos o no, somos esclavos de esa mirada porque todos somos luces apagadas que solo se encienden cuando alguien nos mira.

Próximamente.
Porque el amor es simple, solo se trata de estar próximos, de estar cerca, eso es el amor.
Esa distancia es una espera insoportable, no hay tanto misterio, es simple, lastimar a alguien que te ama provoca una distancia insalvable. El amor es un contrato, y hay que estar ahí, no se puede faltar a la cita, porque un corazón se rompe con demasiada facilidad.
Mi amor es un futuro próximo que nunca llega.
Cuando siempre estuviste lejos, cuando tu lugar fue la distancia, la proximidad te descoloca, la proximidad te llena de ansiedades, la proximidad derriba tu gran muralla, la proximidad te libera.
Será que solo se trata de derribar el muro, ese que nos separa del mundo, de los otros. Dejar de ser distantes y vivir el amor más próximamente.

Sin explicación.
Cuando te preguntas por qué y no tenes respuesta no hay paz, te sentís caer al vacío, no hay pregunta que duela más que ‘por qué’. Y necesitamos entender eso que nos inquieta, nos perturba, nos genera ansiedad.
No entender nos enmudece. Habrá que aceptar lo que no tiene explicación, eso que ocurre sin que sepamos por qué. Ese absurdo que amarga nuestra existencia, eso que nos deja en soledad preguntándonos una y otra vez por qué, por qué. Ese sin sentido que vuelve nuestra vida irreal, ese por qué que necesita una respuesta urgente, esos por qué que desesperan. Cuando lo absurdo es tan absurdo ya nada importa.
Quizá se trata de aceptar que en la vida hay cosas que no tienen explicación… o sí.

El malo de la película.
Cuando tenes un dilema ya no se trata de que queres elegir sino de que preferís perder.
Una elección es decidir entre dos cosas buenas, pero un dilema es elegir entre dos malas.
¿Qué perder? De eso se trata un dilema. Definir cuál es la pérdida más soportable.
Sabes que sos el malo de la película pero sabes también que tenes tus razones. Sabes que está tan mal hacerlo y tan mal no hacerlo.
Ser o no la mala de la novela ha sido mi dilema. Puede que sea un dilema menor al lado de otros pero tengo que elegir entre partirle el corazón a una amiga para que no viva una mentira o dejarla vivir en su falsa felicidad.
Si un dilema es elegir entre dos males yo elijo el que puedo, el más bólido tal vez, elijo el mal del no hay tal crisis.
Nunca es claro quién es el malo de la película. Incluso el malo de la película tiene su propio dilema, hace lo que hace porque tiene que elegir entre dos males.
Elegir que perder, de eso se tratan todos los dilemas.

La dueña de mi silencio. 
De chica aprendí que para comunicarse no siempre son necesarias las palabras. Las palabras se pueden manipular, pueden perder su valor o tener demasiado. En cambio el silencio es más noble. El silencio es algo que se puede compartir. El silencio es estar en control. El silencio es poder.
Un día simplemente deje de hablar y descubrí que fue ahí cuando empezaron a escucharme mejor. Dicen que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencio. Y yo nunca voy a ser esclava de nada.
Sufrir en silencio es un grito desesperado, un grito mudo que ensordece. El vacío se vuelve innombrable porque solo nombrar eso que nos falta nos parte el corazón al medio.
Es como eso que no queres contar para que no se pinche, crees que el solo hecho de nombrarlo puede arruinar todo. ¿El silencio deja de existir si lo ponemos en palabras? Palabras obvias que no hace falta decir o tal vez justamente por obvias hay que decirlas. Lo viste mil veces, sabes que pasa, pero hasta no ponerle palabras no es real.

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